domingo, 4 de julio de 2010

A diez años de mi accidente

Despertando Conciencia
Sabiduría y Entendimiento


Introducción:

En este libro, usted podrá acercarse y conocer, el relato de las experiencias de vida de una mujer, que como muchas, creía que se llevaba el mundo por delante. Vivía su vida libremente.
Sin esperarlo, un día su vida cambio. A raíz de un accidente fatal, supo lo que era la muerte y con el tiempo aprendió lo que era la vida después de la muerte.
Este libro le ayudará a despertar conciencia, conociendo el mundo que lo rodea, entendiendo y comprendiendo otra realidad, otras dimensiones.
Solamente el nombre de la protagonista Lilián Kellemberg y quien lo escribe Verónica Noguez son originales. Los otros nombres que aparecen en el libro son ficticios. Los hechos que aquí se relatan son verídicos.
Hace 4 años la vida me llevó a consultarla. Ella me ayudó, me enseñó y me orientó, en el camino de la vida, en el entendimiento. Hoy agradezco por haberla conocido, por todas las enseñanzas que me ha dado. Por ser una persona, totalmente transparente, honesta, humilde, sabía, que comparte todo lo que sabe, para el crecimiento de los demás.
Actualmente trabajamos juntas una vez al mes en Santiago de Chile, escribiendo libros y ayudando personas.
Le agradezco por confiar en mi, para escribir el libro sobre su increíble vida. Una vida que llegará a miles de personas, tocándoles el corazón, llegándoles hasta el alma. Viviendo, sintiendo y aprendiendo sobre la vida. Descubriendo lo maravilloso que es vivir y motivando a cada uno a buscar su verdadero camino. A despertar conciencia, sabiduría y entendimiento.


CAPITULO I:
Mi nuevo despertar.

A diez años de mi accidente, cómo consecuencia de mi nuevo despertar y de mi cambio de vida, me siento hoy capaz de poder compartir con usted, las experiencias vividas. Emergiendo del lado más oscuro y penoso, pero encontrando al fin la luz, que me permite tener hoy la capacidad de entender, el por qué y para qué, de esa situación vivida.
Hace diez años, estaba casada, madre de tres hijos, dos varones y una mujer. Tenía un buen trabajo, en un negocio de herramientas como vendedora, con muy buen sueldo. Aparentemente gozaba de buena salud. Que más podía pedir, de que me podía quejar. Era todo lo que cualquier persona puede soñar. Pero indudablemente, no me alcanzaba, algo no estaba bien en mi vida. Descubrí que no era feliz con mi pareja. En ese entonces, era de las personas, que viven la vida loca, corría de un lado a otro. Estaba muy segura de mi, siempre decía: “hago lo que quiero, cuando quiero y como quiero”.
Busque el amor, fuera de mi hogar, me refugie en los brazos de un hombre, cuyo trabajo quedaba próximo al mío, vivimos una intensa vida de amantes. No nos importaba nada, solo brillaba un profundo amor, que nos unía y nos cegaba. No dimensionamos el daño que estábamos haciendo a nuestras familias; para nosotros lo único que valía era encerrarnos en ese cuento maravilloso, dónde el amor era mágicamente egoísta, solo los dos.
Una noche decidimos pasarla juntos. Llame a mi esposo, le dije que tenía una despedida y que dormiría en casa de una amiga. Él dijo que trabajaría en su oficina. Nos creyeron. Estábamos repletos de amor y alegría. No sabíamos lo que el destino tenía reservado, jamás lo imaginamos.
Él hacia dos semanas había tenido un accidente con su auto. Por ese motivo había alquilado otro, que también había chocado la noche anterior, estaba abollado en un guardabarros. Me pidió que lo fuera a buscar a la automotora, así entregaba el auto dañado. Me dijo que él manejaría antes de ir al hotel. Entró contramano en una calle y venía una camioneta de frente, viendo la situación desesperada, tomé el volante y lo gire al cordón de la vereda. Paramos. Estábamos los dos en un shock. Le pregunté que le pasaba, me respondió que no sabía, que se sentía sin fuerzas, poco lúcido y dijo: “creo que estoy enamorado”. Yo le respondí que esa no era una excusa, que tampoco entendía porque le estaba pasando esto.
Finalmente nos fuimos al hotel que frecuentábamos dado que esta relación llevaba un año y medio. Fue una noche que jamás olvidaré en mi vida, nos amamos y nos dijimos todo lo que hasta ese momento nunca nos atrevimos a decirnos. A la mañana siguiente él llamó a mi madre (sólo se conocían telefónicamente), para conocerla personalmente. En una hora estaríamos en mi casa de soltera. Era un 23 de diciembre de 1997, le dije que se fuera a su casa, que era lo mejor, dado que su hija cumplía 5 años ese día. Me dijo “no, mañana es navidad y vamos a estar separados, mejor voy a conocer a tu madre.” Al salir me pidió que manejara, ya que conocía el camino. Salimos y cuando avance a penas cuatro cuadras sufrimos un brutal y mortal accidente, chocamos violentamente con un camión de residuos. Fue un segundo, todo pasó rápidamente. Él falleció en el acto, yo quedé inconsciente sobre el volante.
Horas después desperté en una clínica. A mi lado estaba una amiga, que había venido de Italia y estaba de vacaciones. Con ella fuimos y somos grandes amigas, siempre fue una persona muy querida para mí. Era de las pocas personas que sabía de nuestra relación. Fue ella quien me dio la noticia. Manuel había fallecido en el accidente, en forma instantánea. Al enterarme me dio una crisis nerviosa, no podía parar de llorar y me inyectaron un calmante. Estaba totalmente confundida, todavía tenia las nauseas por la perdida de conocimiento, me daba vueltas la cabeza. Horas después tome conciencia que lo había perdido para siempre, nunca más lo volvería a ver. El dolor fue terrible, solo quería morir, pedía por favor mi muerte, no quería seguir viviendo. La culpa que cargaba era terrible, me sentía totalmente responsable de la muerte de Manuel.
Por primera vez pensé en el suicidio, creía que era mi única salida. Para ese entonces ya había transcurrido el día eran las dos de la mañana, pensé cómo matarme. Iba a dejar entrar aire por el suero a mis venas, pensaba que si hacia eso en unas horas no estaría allí me iría con el. No estaba preparada para lo que me esperaba, no podía enfrentar a mi familia y a la familia de él. A mis hijos y a los hijos de él. Ya había tomado la decisión no estaba dispuesta a que me condenaran por esa situación.
En un momento, miré hacia mi derecha, estaba mi hija que se había dormido por el cansancio y pensé, qué pasaría cuando ella despierte y me vea muerta. Sería otra tragedia más para todos. No podía hacer más daño. Ese sentimiento de dolor me superó no pude hacerlo, lloré, lloré y lloré. No paré hasta agotar mis lágrimas, toque fondo.
A la mañana siguiente, pedí que me firmaran el alta médica, no quería seguir allí. Físicamente estaba intacta, ni una uña rota, ni un raspón. En el impacto, mi cabeza se golpeó con la de él, y perdí el conocimiento, me realizaron una tomografía computada y estaba todo bien. Solo estaba en observación por la perdida de conocimiento. Firmé mi alta por voluntad propia, haciéndome responsable si algo me pasaba.
Me lamentaba todo el tiempo por estar viva, “por qué él y no yo?”. Por momentos sentía rabia, pensaba que a él le tocó la parte más fácil, se había ido y no recordaría nada. Yo no entendía lo que significaba la muerte. Para mi entendimiento su vida había terminado ahí.
Ese día 24 de diciembre, era noche buena, era la peor noche de mi vida, pensé que nunca más festejaría una navidad. No tenía consuelo, quería que la tierra me tragara. Mi marido y mis hijos no podían creer la situación que estábamos viviendo. El festejo de esa noche, donde debería reinar la paz, el amor y la alegría, se transformó en un silencio donde primaba el dolor y la tristeza. Pensaba en el sufrimiento que sentirían en ese momento la esposa de Manuel y sus hijas. El festejo de cumpleaños de su hija había terminado en un velorio, el de su padre.
Todo mi entorno y mi vida se habían destruido completamente.
Fueron pasando los días, las semanas y no encontraba consuelo, cada día era una tortura llena de recuerdos. Fui entrando de a poco en una depresión, pero seguía trabajando, nunca paré de hacerlo, eso me mantenía con la cabeza ocupada, no estaba atenta, siempre con la mirada perdida. Se podía ver la tristeza que llevaba en el alma. Me decían que fuera al psicólogo o al psiquiatra, que así no podía continuar, y siempre me negaba. Creía que nadie haría por mí, lo que yo no estaba dispuesta a hacer; a perdonarme.
Todas las noches me acostaba llorando y me despertaba con lágrimas en los ojos. Ya habían pasado casi siete meses. Una noche estaba muy angustiada, tuve un pensamiento muy fuerte “sentí que me quedaban dos opciones, morir o seguir viviendo”. Había pasado mucho tiempo con un dolor muy fuerte en el pecho que no se me iba con nada. Por primera vez le dije a Dios: “Dios mío, estoy dispuesta a hacer cualquier cosa, pero sácame este dolor”. Después de ese pensamiento me quedé dormida.

CAPITULO II

Mi contacto con otra realidad.
A la mañana siguiente algo me despertó di un salto en mi cama y me senté. Podía ver parado a mi lado un ser lleno de luz; con la cara muy iluminada, tenía una túnica blanca que le llegaba un poco más abajo de sus rodillas. Alcancé a verle heridas en sus piernas, donde le corrían hilos de sangre fresca. Lo primero que hice fue arrodillarme a sus pies y el instinto de ayudar, me llevo a querer curarlo. Exclamé: “¡ay, como tienes las piernas!”.
Sentí en ese momento que me levantaba, al pararme me entregó una rama, parecía recién cortada, fresca, sentía la humedad de la sabia entre mis manos.
Me dijo que ese palo me iba a dar: sabiduría y entendimiento. Que mi misión era despertar conciencia. Sentía mucha paz y alivio, como una sensación de amor. En ese momento logré darme cuenta que me había sacado el dolor del pecho.
Era como un sueño, pero esas sensaciones eran reales, no entendía nada. En un abrir y cerrar de ojos, desapareció. Pensé: “¡Estoy soñando despierta!”. No podía entender lo que me estaba pasando.
Cuando tomé conciencia de lo que acababa de vivir, me dije: “me estoy quedando loca, lo único que me faltaba”. Ahí comienza mi historia y mis contactos con otra realidad, de la cual no tenía idea. Durante toda mi vida, me crié sin una formación religiosa, no sabía rezar, no tenía fe, solo sabía que había un Dios superior y nada más.
Este accidente, me hizo despertar a otra realidad de la cual no tenía conciencia ni conocimiento. Estuve 22 años casada, con un hombre del cual no estaba enamorada. Manuel no había sido mi primera relación fuera del matrimonio.
Sin duda, con mi pareja no era feliz. De alguna manera tenía que reaccionar y darme cuenta que no estaba haciendo las cosas bien. No seguía mis sentimientos y necesitaba un cambio. Antes del accidente, tenía planeado que me iba a separar y no concretaba nada. Pensé: “yo aprendo por experiencias fuertes, porque la decisión de separarme la tome enseguida que salí de la clínica”.
Entonces me di cuenta que vivía dormida, como duerme todo el mundo, actuando inconscientemente.
Ese contacto que tuve con el ángel me hizo ver otra realidad que me costaba entender. Empecé a vivir experiencias paranormales, me despertaba a los dos, tres de la mañana, me ponía a escribir en un cuaderno mensajes que veía y sentía en mi mente, sobre situaciones que pasarían posteriormente en mi vida y en la de otras personas.
No entendía el por qué y para qué de lo que me estaba pasando. Sentía voces y escuchaba que me hablaban cuando dormía, hasta que me despertaba. Tenía la imperiosa necesidad de escribir, después que lo hacía conciliaba el sueño. A la mañana siguiente, cuando leía lo que había escrito no podía creer lo que decía, hasta mi letra era diferente.
Con la única persona que hablaba de esto era con mi madre. Ella me escuchaba y me decía: “quédate tranquila, en algún momento vas a entender lo que te está pasando”. Yo le decía que no había nada que entender, que me estaba volviendo loca.
Lo increíble era que lo que escribía después sucedía. Mi madre me hizo ver que tenía que prestarle atención porque si realmente estaba loca, porqué pasaban las cosas que yo escribía.
En un momento me abrí y empecé a comentar con otras personas lo que me estaba pasando, incluso con mi familia, me miraban raro. Me repetían que debía ir al psiquiatra. En un ataque de rabia, rompí todos mis escritos, esto me complicaba la vida.
Después de experimentar esos mensajes, que duraron aproximadamente dos meses, me tocó vivir otra experiencia. Una mañana cuando me estaba bañando, tuve la necesidad de respirar profundamente y sentí una presencia en el baño. Cuando mire a mi lado, había un indio. Empezó a hablarme, a decirme cosas, me decía que el había venido para ayudarme y para que yo ayudara a sanar a la gente. Me dijo: “Me llamo Abayubá”. Me vino un ataque de nervios y dije: “esto está todo mal, no me puede estar pasando. Ahora veo espíritus, se supone que los espíritus no se pueden ver, a mi nunca me había pasado y ahora hablo con ellos”.
En se momento, tenía casi cuarenta años, treinta y nueve para ser más precisa y me parecía una locura estar viviendo eso.
Mientras tanto continuaba con mi trabajo, vendiendo herramientas, tratando de hacer una vida normal. Mientras estaba ocupada, las horas pasaban rápido, pero al llegar a mi casa, me encontraba otra vez con mi soledad, mi culpa y mi depresión. A esto se le sumaba las conversaciones con Abayubá. Era una lucha constante, tratar de vivir normalmente, enfrentándome a la soledad, a la culpa y a las cosas paranormales que estaba experimentando. Ese indio, que apareció esa mañana, comenzó a formar parte de mi vida, estaba siempre conmigo jamás, me dejaba sola. Me acompañaba a todas partes, me ayudaba en todo.
Me hablaba mucho, empezó a darme consejos. Son muchas las anécdotas que tengo, que me han pasado con él, donde he aprendido, porque estaba justamente conmigo para enseñarme a cambiar. Con Abayubá, aprendí a ver un poco más allá de la realidad en la que vive todo el mundo.
Aprendí de mis propias experiencias, de mis comportamientos y actitudes.
Ya había pasado un mes cuando empecé a tener contacto con Manuel, el muchacho con el cual había tenido el accidente. Una noche sentí que Manuel estaba junto a mi, empezó a hablarme, a llorar a mi lado, a decirme, que él estaba bien, que todo lo que pasó, era para que aprendiera, para que un hiciera cambio. Y que él, también tenía que aprender de lo ocurrido. Tuvo que morir porque no pudo cumplir con su contrato de vida y debía volver a reencarnarse.
A partir de ahí, empecé a conectarme desesperadamente con Manuel, empezamos a compartir largas charlas, aprendí mucho con él.
Me enseñó que la muerte, es solamente física, que somos inmortales. Que el alma queda, hasta que se le otorgue otro cuerpo. Manuel murió en el plano físico y volvió con el mismo sentimiento hacia mí con el que se había ido. Empezó entonces a decirme que me amaba, que me quería y comenzamos a tener una relación desde el plano espiritual, sin el cuerpo, sintiendo solamente con el alma. En esos momentos lo sentía de la misma manera que cuando estaba vivo.
Comencé a entender que las almas, cuando salen de los cuerpos físicos, se conectan con nosotros, nos hablan y nos hacen sentir cosas de las cuales no somos concientes, porque no estamos preparados, no hemos hecho una apertura de conciencia. Él estuvo todo el tiempo conmigo, me hablaba pero yo no sabía cómo conectarme. No entendía porque primero me había conectado con un ángel, luego con Abayubá y después con él. El conectarme con ellos primero me permitió practicar la conexión con la mente. Después me fue más fácil conectarme con Manuel y con otros espíritus. Para ese entonces podía ver y escuchar con mayor facilidad el otro lado.
Alrededor de las personas veía entidades de otras realidades, ángeles y personas cercanas fallecidas. Yo los podía escuchar, pero no quería. Me negaba a hablar con los muertos, no me gustaba.
Cuando estaba hablando con alguien, los familiares fallecidos de esas personas se mezclaban en mi conversación. Querían mandarle mensajes pero yo no los quería escuchar, me molestaba la situación.
Un día fui a entregar un pedido de herramientas a un cliente. Estando allí, mientras hablaba con el dueño del negocio, junto a él había una entidad, era su esposa que hacía seis meses había fallecido. Ella no me permitía permanecer atenta a la conversación, me interrumpía y no me dejaba hablar. Me negué a escucharla. Salí del negocio, me subí al auto y al mirar por el espejo retrovisor, la vi sentada en el asiento trasero, intentado decirme algo. Me dio un ataque de nervios, empecé a gritarle que se fuera, que no la iba a escuchar, que yo no estaba loca para hablar con los muertos. Finalmente se fue.
- Lilián esa no es manera de tratar a los espíritus, herís su sensibilidad, les haces daño – me dijo Abayubá.
- Ya es suficiente, contigo y con Manuel, no me exijas más, estaba muy enojada – le dije.
A la semana siguiente, me tocó volver al mismo negocio, para cobrar el pedido. Estaba el hijo mayor atendiendo. Le pregunté por su padre y me respondió - tu estuviste acá el viernes pasado, ¿te acordás? -
- Sí - le respondí.
- El domingo fuimos a la playa con mi hermano de 13 años y mi padre. Mi hermano se estaba bañando, le dio un calambre, no nos dimos cuenta y lo sacamos muerto, ahogado – me respondió.
Me quedé pálida, sin respiración, no pude decirle una sola palabra, le cobré el pedido, me subí al auto y quedé paralizada. En ese momento apareció Abayubá, y me dijo - Lilián, tú no tienes la culpa, pero tenías que aprender de esa situación –
- Qué es lo que tengo que aprender? – le pregunté.
- Tienes que aprender a escuchar. Permanentemente te estás negando a conectarte con otras entidades, no podes seguir negándote – me respondió Abayubá.
Me puse a llorar angustiosamente porque yo también conocía al niño. No podía creer lo que había pasado me sentía culpable de la situación.
Otra vez vuelvo a aprender por experiencias fuertes, tenía que sufrir nuevamente.
En ese momento tomé la decisión de empezar a escuchar y a comunicarme con los espíritus que quisieran transmitir mensajes a las personas queridas. Prometiéndome a mi misma que ya no me iba a dar vergüenza hablar con entidades. Me dije entonces: “que la gente piense lo que quiera. Si me quieren creer loca allá ellos, pero yo voy a hacer lo que tenga que hacer para ayudar en lo que pueda”.
Cuando estaba con Manuel y se acercaba Abayubá, Manuel se alejaba. Esa situación no me gustaba le pregunté por qué se alejaba cada vez que se acercaba Abayubá. Me dijo que era por respeto. El indio tenía mayor vibración y lo tenía que dejar hablar primero. Después de un tiempo comprendí, que los espíritus tienen jerarquías.
Empecé a cansarme de esa situación, porque yo prefería estar con Manuel. Con él vivía y disfrutaba como cuando los dos estábamos físicamente juntos, como antes del accidente. Le conté a una amiga lo que me estaba pasando y me dijo, que conocía a una señora que trabajaba con la parte esotérica y que ella me podría ayudar.
Fui a ese lugar, le explique a la señora lo que me estaba pasando, que no quería seguir con ese espíritu. Entonces ella me dio una imagen de un indio, me dijo que la tomará entre mis manos y que le pidiera que se quedara en ese lugar. Le dije a Abayubá que estaba muy agradecida, pero que yo no podía curar a nadie, que entre el y Manuel, prefería a Manuel porque yo a él no lo conocía. Que muchas gracias por todo y que no me persiguiera más. Esa entidad, sí me entendió, se quedó allí y no me siguió más.
Habían pasado ya dos meses y seguía con Manuel. Hablábamos mucho, me enseñaba muchas cosas, me explicaba el juego entre la realidad mía y en la que el estaba. Me contó porque tuvo que morir. El tenía karma de dos vidas anteriores y en esta vida tenía que cambiar para no repetir lo que había vivido en otras vidas. Pero se le había hecho muy difícil cambiar las actitudes, por eso cortó su evolución y sufrió el accidente, a los 36 años de su vida. De arriba del cosmos, por así llamarlo, utilizaron el accidente para que los dos aprendiéramos. Me explico que los accidentes no son una casualidad, sino una causalidad.
Esto lo digo para despertar conciencia, para que nadie se sienta culpable por un accidente. Todo está preparado desde arriba, desde el cosmos. Esto lo aprendí hablando y conectándome con el otro lado. Hay entidades que se dedican a hacer estos arreglos, programando coincidencias, para que todo se de en tiempo y forma perfecta. Tiempo después entendí, que cuando uno esta por enfrentar a la muerte, le pasan estas cosas; nos sentimos abrumados, atontados, con poca lucidez.
En ese momento, ni él ni yo sabíamos lo que eran mensajes. Manuel, antes del accidente había recibido avisos para que hiciera un cambio, pero en ese momento no pudimos comprenderlos.
Estamos recibiendo mensajes permanentemente a través de personas y situaciones, para hacernos reaccionar frente alguna actitud o decisión, y cuando no somos capaces de interpretar esos mensajes nos pasan experiencias inesperadas o traumáticas. Nos falta apertura de conciencia para escucharlos y comprenderlos.
Es un aprendizaje terrible, lo sé, porque me toco vivirlo de muy cerca.
Unos meses después me encontré con mi amiga, la que me había llevado a ese lugar, donde dejé a Abayubá. - ¿ay Lilian, no has ido más a la casa de la señora donde dejaste a tu guía? – me preguntó mi amiga.
- No. La verdad que no fui y esa entidad no me siguió más – le respondí.
- Yo he ido y la señora está fascinada con Abayubá, sabes que ha sanado un montón de gente! – mi amiga me contó.
Me sorprendió y decidí ir a ver que pasaba. La gente en agradecimiento había dejado regalos y ofrendas. - Esto es verdad, ¿ésa entidad cura? – le pregunté a la señora.
- Tú no te diste cuenta mujer, lo que me dejaste acá, este espíritu vino a ayudarte, pero tú no estas preparada – me respondió.
- Ni loca, no estoy preparada, ni voy a estarlo nunca. Trabajar con un guía, y hacer las cosas que usted hace, nunca podría hacerlo – le comenté.
- Bueno, pero por algo llegó a ti –
- Sí - le respondí y continué - se habrá confundido de persona-
- No es así. Hay algo que posiblemente tú más adelante tendrás que hacer – me dijo ella.
- No ni loca – le insistí. No le daba crédito y me fui.
Pasó el tiempo y un día me llamó mi hija para que fuera a quedarme en su casa cuidando a mi nieta Florencia; que tenía un año y estaba haciendo una crisis de asma; mientras ella buscaba al médico. Estando allí Florencia comenzó a ahogarse, le faltaba el aire, me asuste mucho, no sabía que hacer. En ese momento me vino a la mente Abayubá. Sin yo nombrarlo, vino solo con el pensamiento. Sentí la necesidad de respirar fuerte y me di cuenta que se conectaba a través de la respiración. Puso su mano sobre la mía, era una mano mucho más grande y casi instantáneamente Florencia comenzó a respirar. La curó.
Cuando vino mi hija con el medico, ya estaba bien, no tenía nada, había pasado su crisis, estaba normal. – Mamá, ¿que le hiciste? – me preguntó Carolina.
- Te acuerdas del guía que yo te conté, vino y la curó – le respondí.
-Ay mamá, ya estás otra vez con esas tonterías, déjate de molestar – protestó Carolina.
No me creyó. Porque la gente no cree esas cosas. El hecho es que la enfermedad de Florencia me hizo ver que realmente podía sanar. Fue mi primera experiencia de sanación con él. Le agradecí mucho y le dije que se volviera donde estaba, porque aún no estaba preparada.
De esa experiencia aprendí que los espíritus vienen llamándolos solo con el pensamiento. Esta situación me dio mucho para pensar, estaba empezando a creer que realmente tenía una misión. Debía ayudar a otras personas. Ya que hasta ese momento lo que más me interesaba era seguir en contacto con Manuel. Por primera vez agradecí el hecho de haber sobrevivido y de recibir una nueva oportunidad para seguir viviendo.

CAPITULO III
Otro contacto, un cambio de guía.

Unos meses después me conecté, sin buscarlo, con un nuevo guía, un espíritu hindú, con quien estuve tres años y medio.
Apareció un día en mi auto, en el asiento de atrás, lo ví por el espejo. Empezó a conectarse conmigo. Me dijo que había venido a ayudarme, para que yo aprendiera sobre la espiritualidad, sobre la energía y sobre los cambios fundamentales que debía hacer.
No sabía quien era él, le pregunté como se llamaba y me respondió - vamos a una librería -.Estando allí entre todos los libros que miraba, me hizo elegir uno, “El libro naranja de Osho”.
- ¿Quién es Osho? – le pregunté.
- Una persona que tiene la parte espiritual muy desarrollada – me respondió él.
- ¿Tú eres Osho? - Le pregunté.
- No, no lo soy - me dijo. Luego me explicó que él había sido su guía por un tiempo. Di vuelta el libro y decía “meditaciones para conectarse con el alma”. - Yo te voy a ayudar para que tú te conectes con tu alma– me transmitió después.
Me llevé el libro y cuando llegué a mi casa me puse a leerlo. Había meditaciones de 15, 20 y 45 minutos, hasta de dos horas. Le dije que yo no tenía tiempo para eso.
Le pregunté como se llamaba, de alguna manera tenía que llamarlo. Me dijo que su nombre es un sonido, que es muy difícil y que el mío también. Que preferiría que lo nombrara por su verdadero nombre pero como no me iba a salir, que lo llamara entonces como quisiera. Le puse “El Gandhi”, porque era igual, estaba con una túnica blanca, con las piernas cruzadas, muy delgado, con la cara flaca y alargada. Siempre estaba flotando en el aire, en estado de meditación.
Empezamos a conversar y me dijo que había llegado la hora de aprender, entender y de hacer cambios en mi vida. Que yo no podía seguir siendo la misma persona, que tenia que empezar a cambiar, que debía cumplir una misión. Le pregunte si era verdad lo que había visto, si esa primera entidad, la rama que me había dado y lo que me había dicho eran ciertas? o si yo, ¿estaba loca?. Si lo que escuchaba y veía era real o producto de mi mente. “El Gandhi” me dijo una frase que me hizo comprender: “Si yo no soy real, Manuel tampoco lo es”. Lo miré y le dije - No, Manuel es real –
Finalmente terminé aceptándolo, si no lo hubiera hecho, tampoco hubiera aceptado a Manuel, porque él también venía del otro lado. Me hizo reflexionar, asegurándome que no estaba loca, que realmente había abierto una puerta, que ahora tenía que entender y aprender. Que dejara de cuestionarme mi locura todo el tiempo.
Lo bueno de ese contacto, era que cuando conversaba con él, me daba paz y confianza. Terminé aceptando el mundo espiritual. No me opuse más, me dije - evidentemente hay más gente del otro lado que se quiere comunicar con esta realidad; y si no fuera así me interno en el psiquiátrico yo sola”. Me reí de mis propios pensamientos.
Esa entidad empezó a marcarme el paso en cada una de mis reacciones. Hasta ese momento de mi vida había sido una persona muy rebelde, en mi casa, en el trabajo; con mucha energía y carácter.
Un tiempo después cuando me hice regresiones, comprendí el porque de mis actitudes. Había sido un guerrero, en casi todas mis vidas anteriores. Samurai, viquingo, indio mohicano y en mi última existencia, nazi.
Me pidió que debía ser mejor persona si quería seguir en el camino de la espiritualidad. Que necesitaba conocerme mejor para poder entender a los demás. Que no debía juzgar a nadie, que cada persona vive lo que vive y es cómo es, para aprender. Que yo tenía que observar a la gente. Que todo el mundo quería hablar, sacar afuera y descargarse en el otro, pero que el ser humano no sabía escuchar ni escucharse a si mismo. - Tú, no me estas escuchando – me decía el “Gandhi”.
- Si, te estoy escuchando –
- No, Tú no me estas escuchando, te dije que hay alguien mas adentro tuyo y lo tienes que conocer – y continúo - Abrí el libro que te hice comprar y elegí una meditación -
Empecé a leerlas y ninguna me gustaba, eran muy largas, no tenía paciencia. Hasta que encontré una meditación de un minuto, era la más corta. Le comunique que esa sería la única que iba a hacer. Había que repetirla seis veces como mínimo.
Es muy buena, es un ejercicio que se hace con la respiración. Uno se llena interiormente, visualizando una bola de luz en el pecho, dejando que esa luz se expanda a toda la habitación donde uno se encuentra. Luego vamos subiendo la energía por el chacra coronario, hasta llegar muy alto, conectándonos con el sol. Finalmente mediante la respiración, uno logra conectarse.
Empecé a realizar ese ejercicio, cada vez que me acordaba, repitiéndolo varias veces en el día. Generalmente lo practicaba mientras conducía en mi auto. Tuve que atravesar una experiencia peligrosa para darme cuenta que no era lo conveniente. En un momento, me salí del auto, sentí que me fui hacia arriba y como si algo hubiera explotado dentro de mí. En un instante me convertí en “todo”, en los árboles, las hojas, el viento, el cielo, las nubes, la gente, TODO. Pare el auto. Sentí como algo suave que me envolvía el cuello, tenía mucho brillo. Con una vos muy dulce, me dijo - Lilian, soy yo, tu alma –
No podía creerlo, miraba por el espejo retrovisor, veía al Gandhi en posición de meditación y a esa luz que decía ser mi alma abrazada a mi cuello. Fue en ese momento cuando tomé contacto con ella por primera vez. Me contó que siempre estuvo conmigo, que vivía dentro de mí, que salía mientras yo dormía. Me hablaba con mucho amor. Sentía que yo era como dos personas a la vez. Una, Lilián la que yo conocía mas, como mi propia personalidad; la otra era más buena, más amable y afectuosa.
Esa situación me trajo un nuevo conflicto, empecé a enojarme con mi alma. Me molestaba que ella me cuestionase mis actitudes. Entonces le comuniqué -Yo soy así tú no me vas a cambiar somos muy diferentes – A tal punto había llegado a disociarme de mi alma que le cambie el nombre. - Para que no allá más confusiones a ti te voy a llamar “garrapatosa”, ya que te sujetas de mi cuello para hablarme, y me perseguís como una garrapata. Y yo soy “Lilián” ¡te queda claro! – le aclaré a mi alma.
Sin darme cuenta, competía con mi ella. Siempre me decía las cosas una sola vez y con un tono muy suave. Me daba rabia que ella nunca se equivocara, sin embargo yo casi siempre. De a poco fui aflojándome. Cuando pensé: “no puedo vivir peleada conmigo misma”, me puse a discutir menos con mi alma. Esa situación me hacia sentir mal.
Poco a poco me fui asociando más a ella, escuchándola cuando me hablaba. Pensaba: “cómo si fuera poco con Manuel, Abayubá y “El Gandhi”, ahora se sumaba las conversaciones con mi alma.
Son muchas las anécdotas que recuerdo de ese período de mi vida, de los primeros contacto con ella.
Día a día aprendía algo nuevo y mejoraba algo que no estaba bien en mí. Avanzaba en el camino de la espiritualidad. Mi apertura de conciencia, iba expandiéndose un poquito más.
Ya habían pasado casi dos años del accidente, estábamos cerca de Navidad. Habíamos ido con mi ex marido con el cual tengo muy buena relación y mis hijos, a un supermercado. No se podía caminar, habían cientos de personas, y nos separamos; Carolina mi hija conmigo, Diego mi hijo con él. Después de hacer las compras teníamos que juntarnos nuevamente, era casi imposible. Me pregunté: “¿ahora que hago?, ¿cómo los vamos a encontrar?”. Me acorde de mi alma.
- Tú, ¿sabes dónde están? – le pregunté a ella. En ese momento volé mentalmente con mi alma por encima de las góndolas y regrese instantáneamente, a la velocidad de la luz. La sentía a ella agarrada a mi cuello
- Están en la tercera caja empezando desde la punta – me dijo mi alma. En ese momento miré a mi hija…
- Dice que están en la tercera caja empezando desde la punta –
Ella me miró muy sería y me preguntó,
- ¿quién te dijo? - y luego exclamó - ¡Ay mamá de nuevo con esas tonterías!” -
Por un momento la miré sin decirle nada, hice una pausa, tomé aire y le hice una propuesta: “Déjame comprobar si es verdad”. Íbamos caminando hacia la dirección indicada, cuando nos cruzamos con Diego que venia hacia nosotras.
- Estamos en la tercera caja empezando desde aquella punta – nos dijo Diego.
Carolina me miró diciéndome - ay mamá, estas loca. Encima las cosas que te dicen, son ciertas. ¡Estás loca y de verdad!-
Como esta experiencia pase muchas. Con el tiempo había aumentado mi confianza y aceptado la ayuda de mi alma y mis guías.
En una ocasión mientras preparaba un pedido en mi trabajo escuché a mi alma que me decía - Lleva el estado de cuenta de éste cliente porque vas a tener un inconveniente - Entonces antes de salir le pedí a la dueña que me lo imprimiera.
Ella conocía toda mi historia porque yo trabajaba en esa empresa hacía muchos años. Fue una de las personas que más me apoyo después del accidente. En ese momento teníamos una gran confianza y amistad. Sabía de todas mis vivencias espirituales.
Apagó la computadora y se olvidó de mi pedido.
- Lleva el estado de cuenta, vas a tener un inconveniente, llévalo Lilian – me volvieron a repetir mis guías. Volví a dirigirme a la dueña, insistiéndole en que por favor prendiera el computador y me sacara el documento.
Le expliqué que el Gandhi y mi alma me estaban poniendo en aviso de un posible inconveniente. Me miró como quien mira a un loco, diciéndome - ¡Ay por favor!, pero está bien para que te vayas tranquila te lo voy a imprimir -
Me fui a mi casa con el estado de cuenta en mi agenda, ya era muy tarde. Al otro día salí a hacer el recorrido que tenía programado. En el trayecto, me llamó el cliente con el que se suponía tendría el problema.
- Hola Lilian, ¿hoy va a pasar a cobrarme? – me preguntó el cliente.
- Sí, como todos los viernes – le respondí.
- Pero acá hay un problema, usted me esta cobrando dos veces la misma mercadería – me reclamo el cliente.
- ¿Que dice? - le pregunté.
- Sí, tengo los recibos de que ya le pagué – me respondió.
- ¿qué me esta diciendo? – muy enojada le pregunté y continué - voy para allá-
- No se preocupe Lilian venga cuando tenga el estado de cuenta – me contestó él.
- De ninguna manera, yo ya lo tengo. En diez minutos estoy allí - enojada le aseguré.
Me desvié del camino y decidí ir directo a ese cliente. Llegue en diez minutos, cuando justamente un empleado de mi empresa estaba por bajar una mercadería.
- Tú no bajes nada porque con este cliente tenemos un problema – le avisé al muchacho.
Entre decidida a aclarar la situación.
- Vamos a revisar los recibos – le propuse le propuse al cliente.
Al compararlos con el estado de cuenta que tenía en mi poder, comprobamos que efectivamente yo tenía razón. Había dos pedidos iguales por el mismo importe con unos días de diferencia. El recibo que él tenía era de la primera compra.
- Perdone Lilian en un primer momento pensé mal de usted – me explicó el cliente.
-Ya lo sé, por eso yo también voy a desconfiar de usted. El pedido nuevo no se lo dejo hasta que termine de pagar lo que me debe – enojada le avisé.
Salí de ahí, subí al auto y mis guías empezaron a decirme -Todo bien pero todo mal. Él, que piense lo que quiera y tú no podes pensar mal de él. Cada uno piensa del otro, de acuerdo a su estado de conciencia. Si el piensa mal tú no tienes porqué pensar igual. Este es uno de los cambios que tú tienes que hacer, tienes que aprender a perdonar-
- Yo no lo voy a perdonar así no más, que aprenda a preguntar antes de pensar mal de mi -
- Eso que le pasa a él, le pasa a todo el mundo, la gente antes de preguntar o hablar prefiere pensar mal. Él actúo mal y tú también. Entonces entre tú y el no hay diferencia – me explicaron mis guías.
- Basta, estoy cansada que siempre sea yo la que tenga que cambiar; ¿por qué no cambian los demás? – le pregunté y luego les afirmé -Yo soy así -
- No; tú eres muy buena, eres como tu alma, tienes mucha luz y un gran corazón. Tus egos no te lo permiten ver – me explicaron ellos con mucho amor.
Me enojé mucho, ya estaba superada con todo el tema de mi cambio.
- Me tienen cansada con eso de los egos, mis egos hacen lo que quieren - le dije. Inmediatamente me acordé de lo que yo decía antes del accidente, “hago lo que quiero, cuando quiero y como quiero”.
- basta Lilián!, ¿hasta cuando?, qué más precisas que te pase para dejar de ser así - me alertaron.
En ese mismo momento, me largue a llorar recordando todo lo del accidente. Me quedé un minuto en silencio.
- Es muy difícil cambiar - Le dije.
Cuando vas logrando el cambio, tienes que ir manteniéndolo para no salirte de la raya y esto cuesta mucho. A mi personalmente ese aprendizaje, me llevó tres años y medio. Durante todo ese tiempo estuve en contacto, con “mi alma”, “el Gandhi” y a veces Abayubá. Fueron ellos los que más me hicieron ver mis actitudes, sin embargo la relación con Manuel, era de contención y las conversaciones más mundanas.
En estos años aprendí mucho con mis guías. Lo más increíble era que no tenía que leer, toda la información la recibía en el momento justo. Se daban situaciones en que necesitaba un consejo para cambiar de actitud. La lucha más grande que tuve fue vencerme a mi misma. Me di cuenta que mi ego era muy duro y aprendía con mucho dolor. Cansada de esta situación, le pregunté al “Gandhi”:
-¿hay otra forma de aprender en la que no tenga que sufrir tanto?-
- Por su puesto podes aprender a través del amor y no del dolor como estás acostumbrada - Él respondió. Me gustó, sonaba bien.
- ¿Cómo hago esto?”- le pregunté
- Conectándote más con tu alma, siendo una sola, tú y ella - Me respondió.
- Es muy difícil. Si fuera así siempre tendría que hacer lo que siento -
- Sí, de esta forma nunca te vas a equivocar - me confirmó.
- Lo que me estás pidiendo es que mande ella, ¡y yo que!. Es muy difícil en este mundo que vivo, usar primero mis sentimientos antes que mi cabeza. Mi alma es demasiado buena, sería un desastre para mí - Le manifesté.
- Por esa razón el mundo está como está. La gente primero piensa, después actúa y por último se da cuenta que se siente mal. Si quieres estar bien tienes que dar tres pasos en éste orden: primero sentí lo que querés, después pensá cómo lo vas a hacer y por último hacélo. Si actúas en ese orden tu vida va a cambiar por completo. Esto se llama aprender a través del amor guiado por tu alma - Me explico.
Me costó aceptarlo, tenía que acostumbrarme a dejarme llevar. A partir de ese momento me puse de acuerdo con mi alma.
- Bueno, ahora mandas tú, ¿Qué vas hacer? - le dije.
- Nada sin que tú lo desees. Relájate, aflójate y no te preocupes más, solo te pido que te ocupes cuando sea el momento. Vas a aprender a fluir y te va a gustar - me respondió.
- ¿no hago nada? - le pregunte.
- No - me respondió y me dio un ejemplo: “Hace de cuenta que vas en los rápidos con una canoa, de nada te sirven los remos, si quieres empujar me frenas, acomódate y deja que yo te guíe”.
No me fue nada fácil pero lo aprendí. Mi vida iba cambiando estrepitosamente.
“El Gandhi” me enseñó sobre la energía. Para ese entonces yo podía ver el aura de otras personas.
- ¿por qué la gente tiene colores diferentes? - le pregunté.
Él me explicó que tenían que ver con su evolución y su estado de ánimo. Me dijo que tenemos centros energéticos donde se acumulan más energías que se llaman chacras. Estos centros se pueden cerrar o abrir de más. Cualquiera de los dos extremos es negativo. Eso pasa por situaciones que nos afectan.
Me había empezado a gustar, en un principio lo tomaba como un juego, veía las personas, les interpretaba los colores y les decía que les estaba pasando en ese momento. Me preguntaban cómo lo sabía y les explicaba que era por el color del aura.
Se empezó a correr la vos y fueron más personas las que llegaban a mí consultándome qué les podía ver. Así empecé cada vez más a comprobar que era cierto. Y para completar hablaba con los familiares muertos, los ángeles o guías que quisieran darles un mensaje en ese momento.
Una de mis amigas, Anabella quien me conocía muy bien, siempre me pedía que hablara con su ángel. Yo le contaba todo lo que él me decía y los mensajes que le quería mandar. Hasta que un día me dijo -Esto lo tienes que hacer para ayudar a la gente. Es muy bueno, a mi me hace sentir bien, me da confianza- y me propuso -Te voy a organizar una reunión con mis amigas, para que cuentes tu historia y hables con sus ángeles -
En un primer momento me negué, me daba vergüenza. Entonces me hizo ver que este era un don que había recibido después del accidente. Nunca lo había visto de esa forma. Algo tan horrible cómo lo que había vivido parecía imposible que me dejara algo bueno. Pensé: “Yo era normal, no estaba acostumbrada ni a ver, ni a escuchar nada espiritual”.
Quisiera explicar que la información entra en mi mente, veo imágenes a todo color y escucho con sentimientos y emociones. Mi cabeza es bombardeada de información. Por lo cual tuve que aprender a poner límites, a clasificar lo que quería ver y lo que no.
Terminé aceptando la reunión. Al comenzar Anabella me presentó y les explico a los que allí estaban presentes, quién era yo. Contó que hacía lectura de aura de las personas y que era “angeóloga” porque podía hablar con los ángeles y guías de cada uno.
En el comienzo de la reunión estaba un poco nerviosa, pero cuando empecé a desarrollar la charla me entusiasmé. Con lo que les decía a cada uno se quedaban sorprendidos. Hasta yo misma me asombré de la información que estaba transmitiendo.
Eran pocas personas y estuve dos horas aproximadamente. Cuando terminé todos me felicitaban y me pedían - quiero que hables con mi hermano, con una amiga -
A la semana siguiente, hicimos otra reunión y eran el doble de personas que la anterior. Continuaron haciéndose semanalmente y cada vez se sumaban más personas.
Un día llegó a mis manos un libro que enseñaba cómo hacer regresiones. Lo leí y me entusiasmé con el tema, enseguida me puse a practicar con mi familia.
Le pedí a mi hijo Marcelo que en ese entonces tenía veinte años que me permitiera regresarlo. Me miró y me dijo: “¿que es eso?”.
- Es una técnica para recordar otras vidas - le contesté. Se rió.
- Sólo si me pagas - me respondió.
- De acuerdo ¿cuanto quierés? - le conteste.
- ¿Me estás hablando enserio mamá?
- Sí, necesito ver si funciona lo que dice en este libro - le respondí.
- ¿Me vas a hipnotizar? - me preguntó.
- No sólo tienes que acostarte y relajarte – le expliqué.
Comencé regresándolo de una vida a otra, lo tuve tres horas. Finalmente estaba agotado, muy cansado y me suplicaba que terminara. Había experimentado muchas emociones juntas, estaba exhausto.
Cuando terminé, se sentó me miró y me dijo - Nunca más me vas a hacer esto, ni aunque me pagues -
Después de haber experimentado con toda mi familia, estaba entusiasmada, quería seguir practicando. Increíblemente la gente empezó a acercarse y a pedirme que los regresara, lo que me permitió practicar más.
También les enseñé a algunos de mis amigos, a los más cercanos, que querían aprender. Les pedía que practicaran conmigo y que me regresaran.
Para ese entonces yo trabajaba hasta las 7 u 8 de la noche. De allí me iba a hacer regresiones particulares a distintas casas. La práctica me llevo a aprender mucho.
Un tiempo después, me dijo “el Gandhi” - Avisa en tu trabajo que te vas en un mes, vas a dedicarte ayudar. Tienes que dejar todo en orden, nosotros te vamos avisar cuándo -
Para ese momento ni lo dudaba, ya me había gustado el tema. Terminé de organizarme a fines de octubre.
En uno de esos días la dueña me preguntó por qué aún no me había ido, que era lo que pasaba. Le explique que estaba esperando que mis guías me avisaran. Me manifestó que era una locura, que le parecía que trabajando a voluntad me resultaría muy difícil y casi imposible recuperar lo que ganaba. Que tuviera mucho cuidado y que pensara bien las cosas.
Para ese momento yo era encargada, además de mi sueldo recibía comisiones sobre las ventas. Si miraba la situación de afuera era prácticamente imposible llegar a ganar lo que percibía en ese momento.
El 8 de noviembre fui a dar una charla de espiritualidad, a un grupo de personas. Partí la reunión contándoles sobre mi accidente y porqué me estaba dedicando a eso. Hicimos una meditación y entramos en estado de relajación. Luego continué contándole a cada uno quienes eran sus guías en ese momento y los mensajes que recibía de ellos. Estando allí, conocí a un psicólogo, era el esposo de una de las chicas que había ido a la charla. Entró por causalidad, digo esto porque el dejo a su esposa en la reunión y se dirigió a la casa de un amigo, que se suponía estaría esperándolo, al llegar no estaba. Regreso y para no esperar en el auto decidió entrar. Él ni se imaginaba de qué se trataba la charla. Se sentó, escuchó, y quedó impactado con los mensajes que le transmití de parte de sus guías. Antes de irse me pidió mi teléfono. Al otro día me llamó para que le hiciera una regresión. Terminé de trabajar y fui a su casa. La regresión duró una hora y media, fue muy completa; y una experiencia muy importante para él. Cuando terminamos me dijo - Esto es increíble, nunca experimenté nada igual. Me siento libre, liviano. Esto puede ayudar mucho a la gente, es más a mis pacientes. Me dedico a la adicción y me gustaría que me enseñaras o mejor aún que trabajemos juntos –
Me quedé perpleja, no sabía que contestarle, le dije que me lo dejara pensar y me fui. Fue en ese momento cuando mis guías se conectaron conmigo y me dijeron - Ahora es la oportunidad para cambiar de trabajo –
El 10 de noviembre del 2001 dejé mi trabajo definitivamente.

CAPITULO IV
Mi primera experiencia de trabajo con pacientes.
Tomé la decisión rápidamente no la pensé mucho. Me había guiado por lo que mi alma y “el Gandhi” me acababan de confirmar. Avise en mi trabajo que esa era mi última semana en la empresa.
Al lunes siguiente empecé en el consultorio de Fabián, el psicólogo. Ese día nos empezamos a conocer mejor. Le conté toda mi historia y la conexión que tenia con la parte espiritual. Me pidió que le enseñara todo lo que sabía y que él también me iba a enseñar sobre psicología. Me encantó la idea.
Partió diciéndome - Con esa ropa no puedes atender en el consultorio, tienes que vestirte más formal – Se ofreció para que su señora me acompañara a comprar ropa y le acepte.
Me enseño a sentarme, a caminar, a hablar más pausado, a comportarme diferente. Me explicó que la apariencia era muy importante para este trabajo. Yo nunca había reparado en mi persona. Vivía en un mundo de hombres, el trabajo de corredora en Barraca y Ferretería no me exigían una mejor apariencia.
En esa consulta la conexión espiritual que yo tenía me permitía profundizar más con los pacientes. Las terapias con regresiones eran muy completas, se podía notar en las personas los avances de una semana a otra.
Con él aprendí sobre diversas enfermedades mentales, específicamente la adicción. Pude entender de qué manera afectaban las vidas anteriores en esos pacientes. Hacíamos un buen equipo, ninguno se quedo con nada, compartíamos todo lo que sabíamos.
En las regresiones que me hizo descubrí que yo había sido alemán, por lo que aún conservaba mi apellido y que mi ascendencia Suiza Alemana tenía una razón de ser. Fueron muchas las regresiones que él me hizo, las que me permitieron comprender todo el karma que me traje a esta vida. El hecho que hoy me dedique a ayudar gente, no es porque sí, para mí tiene mucho significado.
Él también aprendió mucho sobre su persona y comprendí cual era la misión que trajo a esta vida.
Hacía ocho meses que trabajábamos juntos cuando un grupo de amigos me invitaron a un lugar energético, donde había un gran círculo quemado en la tierra. Me dijeron que en ese sitio había mucha energía y que se podían ver avistamientos extraterrestres.
Cuando le conté a Fabián donde iría, se entusiasmó y fuimos en su auto con su señora y otra amiga. Hicimos más de doscientos kilómetros era en el campo cerca de una represa. Al llegar, nos encontramos con el resto del grupo, que nos estaban esperando.
Era de nochecita, ya podía divisarse la luna llena. Con todas las personas que estábamos allí nos tomamos de las manos y formamos una gran circunferencia.
Yo observaba, nunca había hecho nada igual. Una de las personas allí presentes, dijo - Vamos a vocalizar siete veces “OM”-
- ¿Qué es eso? – pregunté, sin saber de que hablaban.
- Es para conectarnos mejor - me explicaron.
En ese momento todos pudimos ver en el cielo una luz muy fuerte que se acercaba, duró unos segundos y desapareció por arte de magia.
Hasta ese momento era inconsciente del porque estaba allí.
- ¿Qué es todo esto? – le pregunté al “Gandhi”.
- Relájate y presta atención. Haz lo que te dicen – me respondió con mucha paz. Comenzamos con el “OM” logrando una vibración muy potente y se podía sentir la energía. Empecé a percibir tubos de luz que bajan como flechas, dentro y fuera del círculo. Estaba con los ojos cerrados, pero las imágenes en mi mente eran muy fuertes, podía verlos y sentirlos.
Se querían comunicar. Me pedían que me tranquilizara, contándome que ellos venían a ayudarnos. Mi corazón iba a mil. Les pedí que no me tocaran, pero igual me transmitían una corriente eléctrica que me hacia temblar. Escuché que me dijeron - No es electricidad, es vibración, relájate -
En ese momento una persona rompió el silencio - Están aquí, ¿los pueden percibir? – dirigiéndose a todo el grupo.
- Sí, pero es muy tarde nosotros nos tenemos que ir – un poco asustada le contesté.
- Yo no tengo apuro – exclamó Fabián.
No quería quedarme la situación era demasiado fuerte para mi, me superaba.
- ¿que sentís Lilian? – me preguntaron.
- Es impresionante, nunca me había imaginado esto – les respondí y comencé a canalizar:
- Venimos a ayudarlos. Estamos organizados, somos varias galaxias que estamos unidas. Al igual que la ONU representa para ustedes. Entre las personas que viven en su planeta hay varios de nosotros encarnados, que también están despertando conciencia - Y otros mensajes más.
Me quedé pensando hasta donde llegaría todo esto, superaba mi mente. Compartimos las experiencias que todos habían sentido y posteriormente nos fuimos.
Al otro día ya en mi casa, al levantarme, estaba a mi lado el “Gandhi”. Venia a despedirse. Me dijo que el había llegado hasta ahí, que ahora vendrían otros seres a ayudarme. Me explicó que con él, ya había logrado el cambio que necesitaba hasta ese momento. Me hizo sentir mucha ternura y amor, me dijo que siempre se acordaría de mí, que estaba satisfecho con el proceso que había realizado con él.
A partir de ese momento desapareció de mi mente. En mi presente solo vuelve a mi cuando lo llamo conscientemente.
Horas después aparecieron dos seres. Se parecían mucho entre sí, eran un hombre y una mujer. Estaban vestidos con trajes muy ajustados, de color plateado. Ambos tenían el cabello largo.
Se presentaron como mis nuevos guías. La sensación que sentí era de paz, de bienestar y un sentimiento de felicidad. Entendí entonces que uno no elige a sus guías, sino ellos a nosotros.
Para ese momento ya nada me sorprendía, sólo aceptaba lo que me tocaba. Me había acostumbrado a las conversaciones con el “Gandhi”, igual que me había pasado con Abayubá.
Comprendí que el cambiar los guías no me generaba apego. Sin embargo Manuel seguía en mi vida, con mucho apego. Con mi alma estaba todo bien, éramos casi una sola.
Mis nuevos guías se veían como extraterrestres, esa es la imagen que yo recibo en mi mente. Pensé cómo los iba a llamar. Ésta vez no me voy a complicar “ellos” o “extraterrestres”. “Ellos” me empezaron a cambiar todo. Me dijeron que me informase sobre física cuántica y que tenía que empezar a pasar energía. Hasta ese momento no tenía mucho conocimiento. Sabía de personas que pasaban energía, “reiki”, pero nada más. Hasta ese momento yo solo me conectaba para transmitir mensajes de los guías y hacer regresiones.
Fue en ese momento cuando “ellos” me enseñaron que la energía cuántica era la conexión entre el cielo y la tierra y que habían dos tipos de energía, femenina y masculina. La masculina provenía del cosmos y la femenina del planeta. Me hacían visualizar imágenes para aprender a fusionar las dos energías.
Me explicaron que todos somos capaces de pasar energía, hasta los niños, todos. Es un don que tenemos los seres humanos. Cuando tomamos conciencia de cómo funcionan estas energías y la fusionamos en el corazón con la intención y el amor, toman fuerza y poder. Esto es energía cuántica. Al utilizarla podemos ayudar a sanar y a liberar cuerpos, almas y mentes.
Una vez que la aprendí comencé a utilizarla permanentemente, me facilitaba para la relajación previa de las regresiones.
El contacto con ellos, me abrió más la conciencia. Ya había pasado una semana cuando me avisaron que era el momento de otro cambio en mi vida. Que ya había aprendido lo necesario con Fabián en la consulta.
En un primer momento me generó inseguridad porque para ese entonces mi situación económica se había normalizado con el dinero que recibía de los pacientes en el consultorio de Fabián. Eran muchos los pacientes que atendíamos. Con el psicólogo yo había logrado muchos cambios importantes, nos solo en la terapia con los pacientes sino también en mi persona. El conocimiento que alcancé en la parte psicológica me había ayudado a desenvolverme con mayor seguridad. En verdad mis cambios eran muy notorios y yo estaba muy agradecida.
Él también había logrado una apertura de conciencia sobre la parte espiritual que aplicaba con sus pacientes con mucho éxito. La unión de ambas especialidades nos enriqueció a ambos.
Pero no podía dudar más, tenía que seguir confiando, si me lo pedían por algo era. Hable con Fabián le dije que mis nuevos guías me habían comunicado que los dos ya habíamos aprendido, que ahora teníamos que seguir solos. Él lo tomó bien y me entendió.

CAPITULO V
Cinco años con guías extraterrestres.

Todo empezaba a cambiar rápidamente en mi vida, era un viernes de noche, cuando había terminado de hablar con Fabián. Me dirigí a mi casa, me sentía tranquila con respecto a él, lo había tomado muy bien.
Como tenía mucha incertidumbre sobre mi trabajo, llamé a mis guías.
- ¿Cómo sigue todo esto? – les pregunté.
- Quédate tranquila, descansa el fin de semana. Pronto vas a tener novedades – me respondieron.
Al llegar a mi casa, estaba mi madre y le conté sobre la decisión que había tomado. Yo vivía con ella después de la separación, nos llevábamos muy bien.
– Lilián tu vida no es muy normal pero ahora es tarde para pensar que vas hacer. Hiciste lo que te dijeron, ahora confía y espera – me tranquilizó mi madre.
Cuando llegó el lunes, estaba un poco nerviosa no quería preocuparme y entonces mi alma trato de calmarme diciéndome que estaría todo bien. En la tarde sonó mi celular, era Laura, una chica que se atendía con Fabián y conmigo. Formaba parte de un grupo de terapia de 5 personas. Me preguntó,
- ¿A qué hora tenemos consulta? -
– A las diecinueve horas, pero yo no iré. Dejé de trabajar con el psicólogo. Está todo bien con él pero seguiré sola, mis guías así me lo pidieron -
- ¿Tú sabes por qué voy a la terapia? - me preguntó.
- No sé. Supongo que te hace bien – le respondí.
- Si, pero la diferencia la pones tú cuando hablas con mis ángeles. Yo no quiero una terapia convencional, ya hice muchas. Con tu ayuda me liberé de muchos miedos – me explicó esto y luego me preguntó - ¿Tú que vas hacer ahora? –
- No sé estoy esperando – le respondí.
- ¿Y que estas esperando? -
- Una oportunidad para seguir sola –
- ¿Y que necesitas? – me preguntó.
- Un lugar donde trabajar y gente para atender -
- Perfecto. ¡Ya tenés todo!– dijo ella.
Ella vivía en una zona muy linda en el centro de la ciudad y yo en las afueras, desde donde era muy difícil acceder y no había mucha locomoción. Atender en su casa me implicaría que mis pacientes tuvieran un mejor acceso a mi consulta.
- Tengo un lugar para que trabajes, y voy a invitar a todas mis amistades. Para que des una charla y expliques lo que haces – me dijo Laura.
Le agradecí, sentí que ese era el aviso que estaba esperando. Posteriormente cuando me conecté con mis guías, me lo confirmaron.
Al día siguiente, fui a la reunión, en la casa de una Amiga de Laura, que había enviudado hacía seis meses, se había formado un grupo de quince personas.
El esposo de la dueña de casa había fallecido en ese lugar, de un ataque al corazón en medio de una discusión. Aparentemente era una persona muy violenta. Hasta ese momento yo no sabía nada de eso. Laura me presentó, saludé e inmediatamente empecé a contar quien era yo y lo que hacía, pero no podía concentrarme. Sentado al lado de la dueña de casa, había una entidad masculina, me miraba y me decía no siguiera. Me puse nerviosa, paré de decir lo que estaba contando y les dije que tenían que disculparme porque no podía seguir.
- Hay un hombre fallecido que quiere hablar y no me deja concentrarme – terminé de decir esto y todos me miraban sorprendidos.
La mayoría conocía la historia de la viuda.
Él me transmitía mucha angustia, lloraba todo el tiempo. Quería pedir perdón, y que no lo recuerden con rabia y dolor. Sabía que había actuado mal pero mientras estaba en su cuerpo no podía darse cuenta de sus actitudes, ahora que estaba del otro lado, le era más fácil entender el dolor que había causado a sus seres queridos. Desde ese lugar, él podía sentir el rechazo de sus familiares y eso lo mantenía sufriendo.
Estábamos todos conmovidos con lo que él había dicho, la mayoría lo había conocido en vida. Eso fue lo más impactante que pasó esa noche.
Después de terminar de transmitir los mensajes de esa entidad, hable con algunas personas superficialmente, no quedaba más tiempo y era muy tarde. Me preguntaron si atendía particular y cuánto cobraba. Les respondí que si y que cobraba a voluntad.
Esta situación fue organizada desde el cosmos, perfectamente. Unieron dos necesidades; por un lado, la de la entidad que debía pedir perdón a su familia y amigos; y por otro lado mi necesidad de hacerme conocer. Sin contar mucho de mí, las personas vieron por si mismas lo que podía hacer. Esa vivencia superó mi capacidad de asombro.
Inmediatamente empecé a agendar a las personas interesadas que querían consultar. Al otro día ya tenía diez personas para empezar. Mi celular empezó a sonar más seguido. Cada vez eran más las personas que querían conversar conmigo. El boca a boca se había transformado en interminable.
- Tenés que aprender a ver las situaciones desde arriba, como nosotros. Las cosas no son lo que parecen nada esta mal todo es perfecto – me explicaron los extraterrestres.
Si pensaba en mi accidente para mi todo estaba pésimo. Poco a poco fui entendiendo que la vida es una ilusión donde cada uno de nosotros estamos actuando como si fuera verdad. No es fácil entender que ésta es una realidad que estamos creando con nuestra mente, cuando tomamos decisiones y actuamos. Ellos dicen que el libre albedrío nos hace elegir permanentemente y de acuerdo a lo que elegimos es la realidad que estamos creando.
Fue pasando el tiempo y cada vez me conocían más personas. Iba a diferentes casas a dar charlas sobre espiritualidad, esa era mi forma de despertar conciencia. En una de esas charlas conocí a una chica, profesora de Yoga que estaba en la parte espiritual desde muy joven. Comenzamos una buena amistad. Le gustaba mucho profundizar en lo espiritual y se ofreció para hacerme de secretaria y ayudarme con la gente. Acepte, sola no podía seguir.
Después de haber trabajado un año en casa de Laura; otra amiga que vivía sola me ofreció su casa, para trabajar y vivir. Me gustó la idea, porque no tenía que viajar más.
- ¿No tendrá un lugar para mí ?– me dijo Andrea mi secretaria.
- Es cuestión de preguntar – le respondí.
Cuando le consultamos a Carola la dueña de casa, inmediatamente acepto. Nos mudamos las dos.
Seguimos reuniéndonos con Laura y un buen número de personas que me conocían y que les gustaba charlar sobre la espiritualidad. Mi vida se había convertido en un continúo aprendizaje.
Mis guías siempre estaban presentes. Cada vez me tocaba aprender de situaciones más difíciles. Empezó a llegar gente que tenía trabajos espirituales o magia negra. Aprendí a liberar personas en esa situación, utilizando la energía cuántica, para enfrentar espíritus “oscuros” y “negros”.
Recuerdo que una vez atendí a una mujer que era poseída por una entidad. Una mañana llegó en compañía de su esposo. Cuando la vi le dije que tenía alguien muy grande y oscuro en su entorno.
-Si lo sé – me contestó, pero nadie me lo ha podido sacar. Y continúo - Ya recorrí diferentes lugares y no tuve suerte. Con este espíritu me pongo muy agresiva y después no recuerdo nada. Un día mi esposo se enfrentó a él, me descontrolé y lo empuje muy fuerte, “casi lo mato”. La verdad que tengo mucho miedo -
- ¿Cuánto tiempo hace de esto? – le pregunté.
- Un año y medio – me respondió. Le dije,
- Yo te voy a ayudar – después de pensarlo un poco. Cuando se fueron lo hablé con Andrea.
- Lo último que me falta, hacer exorcismo – le dije a ella.
Llame a mis guías,
- ¿Ahora que hago? – les pregunté y continué - ¿Voy a poder sacarle esa entidad a la señora? -
- Nada es imposible, tienes que aprender a manejar la energía, ¿Tienes miedo o dudas? -
- NO - Respondí muy segura.
La verdad que nunca tuve miedo a la parte espiritual. Sentí que ningún espíritu podría lastimarme. Sabía que el hecho de haber sido un guerrero la mayoría de mis vidas, me daba la fuerza para enfrentar todo. En un principio mi rechazo espiritual fue porque no quería cambiar mi manera de ser o mi personalidad. Al final fui cambiando poco a poco. Dejé de discutir con mis guías y acepte la misión como ellos me lo indicaban.
Arregle el exorcismo para un sábado porque no tenía gente. Esa mañana llegó la señora, nuevamente acompañada de su esposo. Él se quedó en la sala esperando. Andrea y yo entramos juntas con ella por si se complicaba. Sinceramente no sabía que iba hacer, yo no estaba acostumbrada a planificar ni arreglar nada. Solo actuaba en el momento, así era para todo; en las charlas, todo lo canalizaba en el momento. Y con la gente me pasaba lo mismo. Para esta situación actúe de igual modo.
Le pedí que se acostara y que se relajara. Empezamos a pasarle energía. Andrea estaba en los pies y yo en la cabeza.
-Conéctese con esa entidad que quiero hablarle – le pedí a la señora. Al segundo, ese espíritu entro en ella. Cambió su vos, era gruesa y con tono masculino. Empezó a reírse a carcajadas y en tono de burla.
- Lilian cierra tus ojos, no los abras por nada - me dijeron “Ellos”. (Querían que mantuviera los ojos cerrados para que no me impresionara, puesto que a la señora se le transformaba la cara y le daban vuelta sus ojos). Cuando empecé a respirar muy fuerte, sentí la presencia de mis guías y de Abayubá que me estaban acompañando. Me empezaron a transmitir seguridad. Ella se sentó y empezó a dar vuelta sus ojos. Andrea dio un salto hacia atrás, – ¡Cuidado Lilián! – gritó. Yo le sujete la cabeza con mucha fuerza y la volví acostar. Empecé hacer mi sonido más fuerte (Aprendí a aumentar la vibración a través del sonido. “Ellos” dicen que nosotros tenemos un sonido y lo tenemos que descubrir). El mío es muy fuerte y agudo. Me salía con tanta fuerza que parecía que iban a estallar los vidrios. Le empecé hablar, – acá mando yo, te ordeno que la sueltes, Ella no te pertenece – le decía al espíritu. Seguía riéndose. Yo no tenia miedo, ni dudaba. Por dentro estaba tranquila. Sentí que eso no podía ganarme, que yo tenía más fuerza y más luz. Sentía una sensación de poder muy fuerte y me repetía a misma. - No existe nada ni nadie que pueda conmigo - Para aumentar la vibración hacia mi sonido más fuerte cada vez. Después de un rato, la señora estaba temblando y decía - ¡Ya esta, se fue! ¡Se fue! - Cuando paré, por la vibración yo también temblaba. Había tanta luz en la habitación que se iluminaba sola. Cuando salimos, ella abrazo a su esposo y le dijo – Me lo sacó, sentí cuando me liberó -
Él estaba muy nervioso, había escuchado todo pero no se animó a entrar.
- Cuando escuche el sonido parecía un motor o algo así. Creí que se iban a romper los vidrios – alegó el esposo.
– No. Era ella – la señora intervino y me señaló. Él me miró asombrado y dijo – Nunca antes había escuchado nada igual, me dio la sensación que era el zumbido de una “nave” -
Sin saber, él estaba captando desde la sala que algo anormal estaba pasando en el consultorio. Para distender el ambiente le respondí en forma jocosa – Se ve que ese espíritu se aturdió, le rompí los oídos y se fue –
Actúe frente al matrimonio con mucha seguridad, como si hubiera hecho exorcismo todos los días. Se fueron muy contentos y les pedí que me mantuvieran informada si algo pasaba. Andrea estaba muda, me miraba asombrada, el exorcismo había durado casi una hora. Me senté y le dije - ¿viste lo que pasó? ¡No puedo creerlo!-
-Yo menos – me respondió Andrea y continúo – Todavía estoy temblando del susto. Creí que me iba a atacar, me fui para atrás y casi me caigo –
- Nunca me imagine que podía vivir una situación igual – le dije a Andrea y le pregunté – ¿escuchaste ese sonido? –
- Por un momento pensé que no era vos –
- Yo también sentí lo mismo, superaba mi garganta – Cuando sentí vibrar los vidrios pensé que todo se venia abajo, me di cuanta que ese sonido no venía solo de mi, alguien más había intervenido.
Sentí la necesidad de agradecer por la ayuda que había recibido, me sentí muy apoyada. Entonces llamé a mis guías y a Abayubá y les agradecí. “Ellos” respondieron - Nosotros estamos igualmente agradecidos por habernos permitido participar –
Tenía mucha alegría y una sensación de poder que nunca antes había sentido.
-Me fascina hacer exorcismos – le comente a Andrea cuando en ese momento entraba Carola nuestra amiga y dueña de casa. Ella nos escuchó y comentó,
- No. Sin lugar a duda ninguna de ustedes es normal, en que baile me metí – Nos terminamos riendo. Le comentamos la experiencia que habíamos vivido y dijo – Todo bien pero límpiame esta casa que yo quiero dormir bien esta noche -
A medida que fue pasando el tiempo me fui perfeccionando cada vez más. Mis guías se preocupaban que yo tuviera todo lo que necesitaba. Me sentía muy contenida espiritualmente y muy conectada hacia dentro, con mi alma. La información que recibía siempre era muy precisa. Un tiempo después me dijeron – Escribí, te vamos a dictar una terapia nueva. Tenés que saber que las personas tienen implante en su ADN –
- ¿Qué tipos de implantes? – les pregunté.
- Son los recuerdos y traumas de otras vidas, que están agarrados en nuestro campo mental y emocional. Los miedos, las fobias y las enfermedades que se trasladan de una existencia a otra en nuestro ADN. Hasta que los sanamos en alguna vida – me explicaron los extraterrestres.
Estaba acostumbrada hacer regresiones, y sabía la importancia que tenía en nosotros. Pero liberar implantes, no. Sería otra cosa nueva por aprender. Me acomodé y empecé a escribir….

Terapia cuántica:

Mediante la técnica de la terapia cuántica, podemos liberarnos de los implantes del ego, que son los recuerdos de otras vidas grabadas en nuestra memoria celular (ADN) y las vamos llevando de una existencia a otra para reparar los errores cometidos. Esta es la ley de Causa y Efecto (KARMA), quiere decir que somos efecto de nuestras propias causas, así lo causemos en esta vida o en otra.
La persona tiene tantos implantes como vidas por resolver, depende de cada uno el tiempo que necesita para cambiar la actitud.
Esta terapia no tiene contraindicaciones, está basada en la energía cuántica, la cual permite relajarse a modo de poder conectar el alma con la mente y recordar las experiencias de esta vida y de otras. Para comprender y discernir lo que esta mal en nuestro interior, los traumas a nivel inconsciente.
Las regresiones disminuyen el potencial del ego y nos liberan de las murallas que nos mantienen presos. El sufrimiento, las enfermedades y los problemas no resueltos, nos mantienen repitiendo los mismos dramas una y otra vez, en un círculo vicioso.
Las progresiones nos permiten sentir las sensaciones positivas que podemos llegar a vivir si cambiamos la actitud, generando una nueva personalidad.
Sostener el cambio no es fácil, por eso se brinda atención con ejercicios de meditación y florales. En la terapia se le otorga al paciente las herramientas y la energía para hacer y sostener su cambio.
Recordemos que mediante ésta terapia, la persona revive hechos significativos del pasado y del futuro cuya carga emocional todavía está activa. No solo estamos resolviendo nuestros problemas sino que al mismo tiempo comenzamos a comprender quienes somos, de donde venimos y para qué estamos aquí. Al tomar conciencia, mejoramos nuestra calidad de vida.
“Ellos” me contaron que al remover los implantes y llevarlos a nuestra conciencia empezamos a reconocer las actitudes que nos hacen sufrir. No tenemos que separarnos de nuestro ego, sino transformarlo en una nueva personalidad. Por eso tenemos que ir hacia el futuro y entrar en las decisiones correctas que nos permiten sentir la sensación de amor y felicidad. En las sesiones de terapia, la persona termina definiendo una nueva personalidad.
Empecé a aplicar ésta terapia hace cuatro años, aproximadamente. Los resultados han sido muy buenos. Cambié el estilo de regresiones, solamente las practico cuando es necesario, no por curiosidad y disminuí el tiempo. En la terapia cuántica, hay preguntas específicas que se deben formular al paciente. Por ejemplo - ¿Qué te queda pendiente aprender de esa vida, que tu alma viene aprender en esta?. Las respuestas son muy importantes para encontrar en esta vida las actitudes que no nos permiten avanzar, y nos mantienen repitiendo una y otra vez la misma vivencia.
Había pasado seis meses con esa terapia y los resultados eran muy buenos. Me habían tocado pacientes con enfermedades graves y otras terminales, fueron varios los que se sanaron. Sólo voy a contar dos casos que para mi aprendizaje fueron muy importantes.
Un día llegó a la consulta una pareja de aproximadamente sesenta años. El señor estaba enfermo, tenia dos tumores en el hígado. Lo habían visto varios especialistas y no podía operarse. Según los médicos él tenía poco tiempo de vida, dos o tres meses aproximadamente. Le pregunte al señor de parte de quien venía, me dijo que de su hermana. A quien había tratado mejorando notablemente su salud. Le dije que iba hacer todo lo posible para ayudarlo.
Empecé a tratarlo, con energía y regresiones. No podía entrar en otra vida, su alma siempre iba a un problema de esta vida. Lo que me hizo suponer que la causa de su enfermedad estaba allí. El hecho fue que el hacia veinte años se había separado de su primera esposa, con quien tuvo tres hijas. Y a la semana siguiente de la separación su mujer sufrió un infarto y se murió. Él sentía que sus hijas lo culpaban por la muerte de su madre. Ese trauma de familia, lo había cargado durante muchísimo tiempo. Su hígado se había enfermado por esa situación, por “la culpa”. En un momento de la terapia lo conecté con su esposa fallecida y empezó a llorar con mucha emoción. Sintió que ella lo había perdonado, lloró y me dijo – ella me perdono – Inmediatamente empezó a sentirse liberado y con mucha paz. Se había sacado una carga emocional.
Yo generalmente, hacía tres sesiones de terapia, una semanalmente. Cuando terminé con la tercera, le pedí que se hiciera análisis, yo sentía que estaba bien. A los quince días vinieron los dos nuevamente con todos los exámenes. Nadie podía entender que su hígado estaba sano. Me abrazaban y lloraban de felicidad.
Habían sido varias las personas que se habían sanado de diversas enfermedades. Lo que me llevó a creer que este era un método para curar a todas las personas. Cada vez me sentía más segura.
Al mes atendí un caso similar, obteniendo resultados inesperados. Vino un señor de cincuenta y seis años con un tumor en el pulmón. También recomendado por otras personas que se habían sanado.
Empecé el tratamiento y le aseguré – No se preocupe en tres sesiones ya esta curado -
No podía perder tiempo, comencé inmediatamente ese mismo día con la primera sesión. Habíamos visto que ese tumor estaba en el pulmón por una determinada situación. Él era profesor y en una reforma salarial, le redujeron el sueldo. Estaba acostumbrado a ayudar a sus hijos. Por ese motivo, se sintió que ya no era útil. Pues le era imposible ayudar a su familia como antes. Esa situación lo torturaba. Inconscientemente se sentía rechazado por sus familiares pero concientemente él sabía que no era así. Con las regresiones fuimos a dos vidas anteriores donde había vivido situaciones similares. Vino a la semana siguiente y continuamos con la segunda sesión, logrando mejorías. Se sentía muy bien. Le avise – Le queda una sesión más y ya estás curado –
- Déjame ver. La próxima semana tengo análisis para hacerme. Otro día te llamo y dejo agendada la última sesión – me dijo el señor y se fue.
– No entiendo. Le decís a una persona que se cura en tres sesiones y no fija la ultima. ¿No te parece raro? – le comente Andrea.
Ella movió la cabeza, sin decir nada. Ninguna de las dos captó realmente el mensaje.
Pasaron dos semanas cuando llamó de una clínica un familiar de ese paciente para agradecerme que estuviera curado. Él no había comentado con su familia la terapia que había realizado conmigo hasta después de ver los resultados. Cuando se enteró que estaba sano, lo comentó con familiares y amigos. Yo saltaba de alegría en el teléfono. Pensaba “Ni tres sesiones, se curan en la primera”.
Pasaron dos días cuando me volvieron a llamar de la clínica donde se atendía mi paciente. Era su sobrina, quien me había llamado anteriormente para agradecerme, pero en ese momento me llamaba desesperadamente para que fuera porque él se encontraba en estado de coma.
- ¿Qué pasó? - le pregunté.
- No vas a creerlo, le hicieron una punción y parece que se agarro un virus – me dijo asustada su sobrina.
Yo sabía que no podía ir a los sanatorios u hospitales, porque las personas tenían que llegar a mí, no yo a ellas.
En ese momento les pregunté a mis guías que hacía y me dijeron que hiciera lo que yo sintiera. Fue entonces que decidí ir. Le respondí – Término de trabajar y voy para allá.
Terminé mi trabajo y me fui a la clínica como habíamos acordado. En el momento que estaba preguntando en recepción por el nombre de ese paciente, alguien se acercó a mi y me preguntó – ¿Tú eres Lilian? –
- Sí – le respondí.
- Yo soy quien hablo contigo por teléfono. Te estábamos esperando – me confirmó.
- Nos dirigimos al quinto piso donde estaba en cuidados intensivos. En el momento que estábamos esperando al ascensor, se abre la puerta y nos encontramos con otro familiar.
- El tío acaba de fallecer – dijo el sobrino. Lo mire y no podía creer lo que estaba escuchando. Al llegar al quinto piso, había varios familiares reunidos. La señora que me acompañaba les decía – Ella es Lilián –
Todos sabían quien era yo, y yo no conocía a nadie. Cuando la enfermera terminó de desconectarlo de los aparatos, salió y dijo – pasen los familiares – En ese momento todos me miraron y me dijeron – Pasa tú Lilián – Entre junto con Andrea que me había acompañado. Yo pensé “Ahora lo voy a resucitar”.
Nunca antes había tocado un muerto y eso me impresionaba. Cerré los ojos y trate de superar esa situación. Andrea estaba a los pies de la camilla. Empecé a pasarle energía, aumentando la vibración, yo solo respiraba profundamente. Sentía como electricidad en mi mano y en todo mi cuerpo. El frasco de suero que colgaba desde el soporte, comenzó a girar en círculo sin que nadie lo tocara.
Hacia aproximadamente cinco minutos que estaba conectada con él, pidiéndole que volviera a entrar en su cuerpo, que el no podía morirse, que todos lo amaban y lo querían, que era muy joven y que aún le quedaba mucho por vivir. En ese momento sentí su mano en mi hombro,
- No Lilián, yo elegí morirme. Si hubiera querido seguir viviendo ya lo hubiera hecho. No tienes nada más que hacer aquí- me dijo el señor.
Empecé a llorar, no podía creer lo que estaba viviendo. Salimos con Andrea, para que entraran los familiares. Estaba temblando, casi no podía caminar, me pare frente a la ventana y les pregunté porque razón me hicieron vivir esto.
- Es hora que aprendas que tú no curas a nadie. Las personas se curan a sí mismas. Tú solo les das las herramientas, ellos eligen si utilizarla o no. No vuelvas a repetir que tú curas a alguien. Tú eres Dios y podes cambiar todas las cosas menos a los otros Dioses – me dijeron los extraterrestres.
Me fui sin despedirme, la angustia era muy grande para todos.
Volví a vivir una situación donde se utilizó la muerte de otra persona para que yo siguiera aprendiendo.

CAPITULO V
Contrato espiritual

Ya estaba cansada de sufrir y de aprender por choque de experiencia. Les pregunté a mi alma y a mis guías si podía cambiar mi forma de aprender. Me explicaron que debería de hacer un nuevo contrato espiritual.
Después de una vida difícil y con experiencias de todo tipo llegue a culminar una etapa en mi vida. Sin necesidad de morir físicamente, haciendo un nuevo contrato retomé a una nueva vida. Con la condición especial de tener conciencia en lo físico y mental, que me permitiera nacer interiormente con todos los sentidos abiertos y desarrollados. Como lo fui un día hace miles de años, con todo el conocimiento dentro de mis ser. Ver lo que muchas personas no pueden ver y escuchar lo que muchos no pueden oír.
Escucho y escribo con mi conciencia expandida: -¡Lilian! - dice mi alma y los seres están aquí en éste momento - “Te queremos con amor elevado y estamos contentos. Recibe de nosotros la sabiduría y el amor que tenemos para ti. Toma lo que te corresponde por derecho propio.
Hace mucho tiempo y en otro lugar fuera de este planeta tú tenías todo, sanación, amor, prosperidad, pero no supiste aprovechar esa existencia por falta de conciencia. Debido a eso se te fue quitada la conciencia de saber quien eres y de donde vienes.
Así viviste hasta ahora, donde te será entregado todo el conocimiento nuevamente. Para esto tienes que crear tu propio universo, el estado mental que te lleva a la fusión del cuerpo, alma, mente y espíritu. Sentirás que realmente tu planeta te necesita para ascender.
Eres una pieza muy importante en el avance de esta nueva dimensión. Rendirte, ponerte a los pies de esta energía maravillosa que con su amor de madre todo lo perdona, y te ayuda a vibrar con su energía limpia y pura, así como el agua te lava y purifica. Dios te permite acceder a la energía más sutil, utilizando los cuatro elementos, agua, tierra, fuego y aire que fusionados entre sí, forman el quinto elemento, el espíritu. Esa luz gaseosa que llena de átomos iluminados puede fluir. Para llenar tu ser de luz y conciencia elevada. Por eso deberás dejarme a mi como tu alma, tomar el mando absoluto de tus decisiones. Serás como una niña que obedece a su madre para que la guíe con amor.
Nunca más serás impaciente, dejaras que todo llegue a ti. Yo me encargaré de que nunca más te falte nada, sé de todas tus necesidades y por que te amo te voy a cuidar. Tendrás todo lo que soñaste y más aún.
Soy la abundancia y la perfección. Pero a cambio de todo esto, estarás dispuesta las veinticuatro horas a mi servicio para que yo pueda realizar contigo mi misión. Que es iniciar el cambio en la nueva era, despertando conciencia en los corazones de toda la gente, dando amor sin condición.
Los seres de otros planetas sabrán de ti y estarán trabajando en conjunto para la evolución.
Descansa en mis brazos, que yo te acuno para cuidarte y protegerte. Los guías espirituales compartirán conmigo toda la luz que necesitamos para lograr la aceleración de tu proceso. Tomando conciencia de que yo tu alma seré la única que de aquí en mas te lleve y te guíe en esta nueva vida. El libre albedrío lo asumo yo por completo. Amor con conciencia de que somos una trabajando para ti y para los demás. Sanar sin condición, DAR porque RECIBIR es la causa de la ley puesta en acción”.

Después de este cambio de contrato mi vida cambió notoriamente. Las experiencias que viví hasta ahora dejaron de ser tan fuertes. Despertando conciencia, Sabiduría y Entendimiento.
Lilián Kellemberger nació en Montevideo, Uruguay, el 31 de agosto del año 1958.
A partir de su accidente comenzó a transitar por el camino espiritual, teniendo contacto con entidades de otras dimensiones, las que le enseñaron y la perfeccionaron en el mundo espiritual.
Hace dos años se reunió con varias personas que la acompañan en su proceso espiritual y formaron una asociación civil, que se llama actualmente “Manos unidas, conexión atlante”, con el fin de unir todas las terapias alternativas. Hoy funciona en Montevideo, Uruguay.
En Uruguay, Argentina y Chile, dicta capacitaciones y talleres sobre espiritualidad, crecimiento personal y Terapeuta cuántico.
Parte de su tiempo lo dedica hacer viajes espirituales, acompañada de personas que están en el mismo camino, con el fin de limpiar el planeta, liberando almas.
Actualmente trabaja en un proyecto para la organización de una clínica dónde se unirán, la medicina tradicional, con la medicina alternativa. La ciencia medica, la homeopatía y la espiritualidad. Allí el paciente encontrara una atención médica completa y especializada. Logrando comprender el por qué y para qué de su enfermedad. Obteniendo las herramientas necesarias para su sanación.
Escribe libros junto a mí, con un solo motivo: despertar conciencia en las personas.
Éste libro, es el primero de una colección de seis libros. Los temas que se tratarán en los siguientes son:
“Conexión extraterrestre”, explicando quienes son, y de que forma trabajan con nosotros. Dónde se editarán, canalizaciones y fotos relevantes de los viajes espirituales.
“Energía quántica”, el lector entenderá de donde proviene esta energía, cómo se utiliza y para que nos sirve.
“Ego, karma y regresiones”, en el se explicará que son los egos, como interfieren en nuestra mente y cómo trabajarlos. Que es el karma y su interferencia en nuestro presente. Que son las regresiones, para que nos sirven y cómo practicarlas.
“Enfermedades mentales y físicas”. El lector se acercará a estas enfermedades, comprendiendo el por qué de ellas, como se provocan y cómo superarlas. Todas las enfermedades son provocadas por la desconexión, alma, mente, cuerpo.
“Crisis de pánico y depresión”.
Continúa recibiendo especializaciones desde otras dimensiones.